sábado, 19 de diciembre de 2015

Ensamblues en Bariloche



La banda más grande de Bariloche puede ser efectivamente la más “grande” de la ciudad. Por número de integrantes -12- y por calidad. Este equipo musical en condiciones de formar, porqué no, un equipo de fútbol, ha encontrado a lo largo de sus cuatro años de ruta, el “punch” adecuado. El golpe al corazón que como un mapa se esconde en cada ritmo de la old black music. La banda no nació sabiendo pero ahora sabe. Y el que siempre supo fue su fundador, su padre, su maestro, guía y alma mater: Pedro Bellora. No hay que ahorrar en definiciones porque Bellora sirvió de artesano, de arquitecto y alquimista. Juntó almas, sacó en limpio músicos. Durante tres noches se presentaron en Araucanía (Avenida Bustillo al 11.500). Una serie de conciertos que será histórica y que resultó bien acompañada por la gente. No es fácil armar un grupo que suene “bien bien”. En Bariloche es todavía más difícil salir de la cama para asistir a un evento artístico. Pero contra todo, se debe acudir a determinadas citas. Hace unos años Ensamblues era una banda llena de intenciones. Tal vez todavía afectada por la cadencia voluptuosa tan habitual en las agrupaciones multitudinarias. Pero con el tiempo fue ganando fortaleza. Ha levantado su estatura corporal de manera sorprendente. Hoy suena bajo el signo del profesionalismo, algo que muy pocos pueden decir u ofrecer como un diploma sónico. Ensamblues ya es una banda hecha y derecha. Entiende el código blusero, no les ajeno el yeite del soul. Opta por el swing de todos los tiempos.
El tejido de sus instrumentos es impecable. Tiene una línea de metales que no erra un penal. Tres colores para tres instrumentos esenciales. Eufonio, trompeta y saxo. Mientras que sus guitarras se brindan en interpretaciones maduras y nada egoistas. La línea de bajo y batería lleva su carga de continuidad como si no le pesara. Como si lloviera. Y esto demuestra el grado suficiencia y compromiso que ha logrado la orquesta comandada por Bellora. Desde un costado, como si fuera el último de la fila, siendo el primero, el guitarrista y compositor, conduce los destinos de su gente. Lo hace con sabiduría, con talento, es un marinero de aguas profundas. La última noche, atrevasado por la voz sensual y elegante de Mariana Gluch (siempre buscando la textura precisa en cada canción, súper honesta y se agradece su falta de imposturas, es ella y solo ella), me acordé de “The Commitments”, la película de Alan Parker que narra la vida, obra y ocaso de un grupo de irlandeses amantes del soul. En el film de Parker, los chicos enfrentan el final de su carrera justo el día en que iban a ser observados por Wilson Pickett. También se trataba de la mejor noche del conjunto. Pensé que hay amores -musicales, cinematográficos, platónicos- que nos empujan a atravesar el espacio, el universo entero, olvidándonos de que la vida es básicamente un pretexto del azar. El coeficiente de lo eterno. Miré a los costados y no encontré a Juan Maldacena, el famoso físico argentino que andaba por la cordillera. El, creo, hubiera apreciado el esfuerzo.
Sonando así, como quien levanta un vaso de vino blanco, como quién escribe un “te amo” en un ramo de flores (o con un aerosol en una pared), como quien compra un libro de poesía para desentender de qué va todo esto, como quién vive y añora lo que resta por sufrir, padecer y gozar, como lo hizo y hace Ensanblues, es como la música ilumina nos despierta y nos vuelve mejores.

La banda

Pedro Bellora (director y guitarra), Hernan Quarto (Batería), Pablo Fainstein (Bajo), Andrés Larzen (Teclados), Guillermo Andreani (Guitarra), Javier Gil (Guitarra), Darío Antonio (Trompeta), Gilda Santarsiero (Saxo alto, ausente por maternidad), Willy Pregliasco (Eufonio), Mariana Gluch (Voz)

viernes, 18 de diciembre de 2015

Sueños hippies en El Bolsón

Siete de los diez artesanos que fundaron la feria de El Bolsón a fines de los 70 todavía se encuentran ofreciendo sus creaciones en la Plaza Pagano ubicada en el centro de la localidad. Locuaces o tímidos, todos terminarán coincidiendo en que el “sueño hippie” fue aquello que los convocó a los pies del imponente cerro Piltriquitrón. Buscaban una vida distinta, en contacto con la naturaleza. Tanto un cliché como un golpe de timón. También soñaban con un sistema laboral donde la figura del jefe fuera una especie de rumor lejano.
El Bolsón fue fundada en 1926 pero, entre fines de los 60 y principios de los 70, apenas vivían aquí 3000 habitantes. Ya era conocido por su atractivo natural aunque no recibía muchos turistas. Representaba un espacio apartado y marginal. Dos características que tentaron a los hippies argentinos que se trasladaron en gran número con el regreso de la democracia. 


Los sueños hippies de El Bolsón no murieron, se reciclaron (Clarín)

Historia de Chingolo Casalla

Carlos “Chingolo” Casalla no recuerda el año en que sucedió. No le cabe duda de que estaba Arturo Frondizi en el sillón presidencial. Corría 1959 o 1961. No sabe. Pero lo que sí ha quedado grabado en su memoria es la figura insistente del “Mono” Gatica en la boite del Tabaris que funcionaba en un subsuelo de Corrientes al 800, en Buenos Aires. “Chingolo” tocaba la batería en una orquesta que hacía un poco de jazz, otro tanto de fox trot y tango. Mario Clavel se ocupaba de los boleros. Los fines de semana aparecía el “Mono”. Hinchaba. Paseaba su humanidad por las mesas con torpeza de ex campeón. Molestaba a las señoritas.

"Chingolo" Casalla: Maestro del jazz y la historieta (Clarín)

Haciendo pesas con Shakespeare



Emperrado. He pasado la mayor parte de mi vida emperrado. Gruñéndole a los autos que pasan. A la sombra de mi sombra. A mi cola que día por medio desconozco. ¿Es mía esta cosa? Mis palabras saltan de la mesa al piso como migas de pan encantadas. Chet Faker al palo. Release Your Problems, deshiela el ambiente. Nadie atiende mis llamadas. Las gripes vienen con secretos. Los te amos se desgastan si no los perfumas con un pañuelo de princesa. Aun no tengo mi nuevo ticket al último rincón del mundo. Y ya no sé nada. Ya no tengo la menor idea de cualquier cosa. Las fotografías que he tomado no reflejan ni la mitad de mis defectos. No poseeo noticias. Perdido el dato que valía la pena contar no cuento un carajo. Un ser anónimo se lanza desde la cumbre de un cerro que todos conocen. No hay videos. Solo postales tomadas con su celular. ¿Murió? ¿Voló? No, no. Hum. Lástima. Sad guy. Así son las cosas. Los bellos locos me escriben desde Atacama y Canadá. Nos veremos. Un día. Yo extraño. Soy un niño. Extraño Londres, Berlín y mi calle en un puerto de Chile. Extraño el aroma de un libro que he perdido entre miles de libros que caminan junto a mi. Meto todo Shakespeare en una bolsa. Todo Pynchon en la otra. Hago pesas. 10. 20.30. Vamos vos podés. Cobarde.