La banda más grande
de Bariloche puede ser efectivamente la más “grande” de la
ciudad. Por número de integrantes -12- y por calidad. Este equipo
musical en condiciones de formar, porqué no, un equipo de fútbol,
ha encontrado a lo largo de sus cuatro años de ruta, el “punch”
adecuado. El golpe al corazón que como un mapa se esconde en cada
ritmo de la old black music. La banda no nació sabiendo pero ahora
sabe. Y el que siempre supo fue su fundador, su padre, su maestro,
guía y alma mater: Pedro Bellora. No hay que ahorrar en definiciones
porque Bellora sirvió de artesano, de arquitecto y alquimista. Juntó
almas, sacó en limpio músicos. Durante tres noches se presentaron
en Araucanía (Avenida Bustillo al 11.500). Una serie de conciertos
que será histórica y que resultó bien acompañada por la gente. No
es fácil armar un grupo que suene “bien bien”. En Bariloche es
todavía más difícil salir de la cama para asistir a un evento
artístico. Pero contra todo, se debe acudir a determinadas citas.
Hace unos años Ensamblues era una banda llena de intenciones. Tal
vez todavía afectada por la cadencia voluptuosa tan habitual en las
agrupaciones multitudinarias. Pero con el tiempo fue ganando
fortaleza. Ha levantado su estatura corporal de manera sorprendente.
Hoy suena bajo el signo del profesionalismo, algo que muy pocos
pueden decir u ofrecer como un diploma sónico. Ensamblues ya es una
banda hecha y derecha. Entiende el código blusero, no les ajeno el
yeite del soul. Opta por el swing de todos los tiempos.
El tejido de sus
instrumentos es impecable. Tiene una línea de metales que no erra un
penal. Tres colores para tres instrumentos esenciales. Eufonio,
trompeta y saxo. Mientras que sus guitarras se brindan en
interpretaciones maduras y nada egoistas. La línea de bajo y batería
lleva su carga de continuidad como si no le pesara. Como si lloviera.
Y esto demuestra el grado suficiencia y compromiso que ha logrado la
orquesta comandada por Bellora. Desde un costado, como si fuera el
último de la fila, siendo el primero, el guitarrista y compositor,
conduce los destinos de su gente. Lo hace con sabiduría, con
talento, es un marinero de aguas profundas. La última noche,
atrevasado por la voz sensual y elegante de Mariana Gluch (siempre
buscando la textura precisa en cada canción, súper honesta y se
agradece su falta de imposturas, es ella y solo ella), me acordé de
“The Commitments”, la película de Alan Parker que narra la vida,
obra y ocaso de un grupo de irlandeses amantes del soul. En el film
de Parker, los chicos enfrentan el final de su carrera justo el día
en que iban a ser observados por Wilson Pickett. También se trataba
de la mejor noche del conjunto. Pensé que hay amores -musicales,
cinematográficos, platónicos- que nos empujan a atravesar el
espacio, el universo entero, olvidándonos de que la vida es
básicamente un pretexto del azar. El coeficiente de lo eterno. Miré
a los costados y no encontré a Juan Maldacena, el famoso físico
argentino que andaba por la cordillera. El, creo, hubiera apreciado
el esfuerzo.
Sonando así, como
quien levanta un vaso de vino blanco, como quién escribe un “te
amo” en un ramo de flores (o con un aerosol en una pared), como
quien compra un libro de poesía para desentender de qué va todo
esto, como quién vive y añora lo que resta por sufrir, padecer y
gozar, como lo hizo y hace Ensanblues, es como la música ilumina nos
despierta y nos vuelve mejores.
La banda
Pedro Bellora
(director y guitarra), Hernan Quarto (Batería), Pablo Fainstein
(Bajo), Andrés Larzen (Teclados), Guillermo Andreani (Guitarra),
Javier Gil (Guitarra), Darío Antonio (Trompeta), Gilda Santarsiero
(Saxo alto, ausente por maternidad), Willy Pregliasco (Eufonio),
Mariana Gluch (Voz)