En algún momento hacer periodismo se
volvió glamoroso, fiestero. Fue un afán. Un gesto que duró una
década. Después vino el achique estructural, después internet y
aquí estamos. Como turcos en la neblina.
Mucho se perdió en el camino. Ayer una
persona comentó al pie de la investigación que hice sobre el caso
de los muchachos atacados por carabineros en Puerto Natales, que no
quería leer nada porque no habíamos estado allí, que era puro
“celular”. Palabras más o menos. Le respondí que tampoco estuve
en China pero que sé que existe. Los periodista estamos para
retratar realidades de las cuales no tenemos conocimiento de primera
mano. Tampoco los jueces las tienen y juzgan.
Para quienes no lo sepan, el periodismo
es un oficio que siempre significó trabajo. Esfuerzo. Voluntad.
Temple frente a situaciones que otros no querrían vivir.
En 25 años de oficio he dormido en la
calle, entrevistado estrellas y linyeras, santos y criminales. Solo
para empezar. Y lo conté.
En los 90, durante el gobierno de
Carlos Menem en la Argentina, se instaló una forma de hacer
periodismo que parecía construida desde la mesa de un cóctel. Digo,
parecía. Era una imagen. El buen periodismo siempre molesta a
alguien. No es gacetillero. No asiste o no tiene porqué asistir a
convites que no tienen un propósito informativo.
Hace unos días una empresa
multinacional me invitó a un encuentro de periodistas a beber y
charlar. No asistí. Poco después esa misma empresa reclamó por un
artículo mío en la cual veía perjudicada su imagen y presionó
para que saliera de circulación. Dos estudiantes de periodismo,
grupos ecológicos, entre otros, me llamaron para preguntarme qué
había sucedido. Por sus propios medios subieron la nota. El caso ya
es objeto de una tesis universitaria.
Nuestro trabajo no es agradar sino
revelar datos que están ahí afuera. A veces hacen reir a unos y
llorar a otros pero es ocasional. Los papeles se intercambian.
Si las personas quieren negar la
realidad, la niegan. Pero los hechos son los hechos.
Hace dos días adelanté en un artículo
publicado acá mismo que estaba detenido un guardia de seguridad por
haber atacado a los cuatro chicos natalinos. La novia amenazó con
demandarme porque dijo que no era cierto. Aunque lo era. Su pareja
está hoy en prisión preventiva. Esa misma persona me reclamaba que
fuera profesional y que me informara “mejor”. Por lo visto mi
información era “mejor” que la que le ofrecía su propio
compañero.
El periodismo es buscar y mostrar.
Entrevistar y analizar. Proyectar. Cruzar datos. Componer escenas que
no resultan tan claras. Si alguien piensa que todo eso no lleva
tiempo y que puede hacerse mientras se mira un partido de fútbol
está muy pero muy equivocado.
Los medios regionales de Punta Arenas y
Puerto Natales, ofrecieron una magra información sobre los hechos
que ocurrieron el sábado 8 de julio durante los cuales,
literalmente, dos ex carabineros y otra persona, los identificados
hasta ahora porque hay más, intentaron asesinar a cuatro chicos.
Todos ellos gente de barrio, trabajadores.
El cuerpo de carabineros tiene una
deuda profunda con la sociedad de Puerto Natales y los periodistas
locales también.
Lo que ocurrió esa noche solo fue
relatado por testigos a la Policía de Investigaciones y ningún
medio regional lo entregó en su versión completa. Solo hay una nota
en la que habló un testigo y esa corresponde a lo publicado por mi
persona y Salvador Miranda en nuestras cuentas de Facebook. Allí
están los hechos y nada más que los hechos.
Hicimos periodismo, nos amenazaron,
molestamos, nos criticaron, nos odiaron.
Somos periodistas. Para servirles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario