¿Creatividad o
conocimiento? Creatividad.
Durante siglos, tal
vez unos 800 años, si pensamos en la Edad Media y el compromiso de
los escribas por resguardar el pensamiento de la Grecia Clásica en
la oscuridad de los claustros, la civilización ha vivido atada a la
idea de que el saber es la simiente del progreso. El pensamiento
posterior sería que el conocimiento es el verdadero tonificante de
la creatividad.
Podríamos afirmar
que sin lectura no hay escritura. O hay cierto tipo de escritura,
pero ya no más que sin conocimiento no hay creatividad. En su libro
“Una temporada con Lacan” el francés Pierre Rey escribió algo
como: “La cultura es la memoria de la inteligencia de los otros”.
O los demás. Visto así la cultura es un bien adquirido que tiene su
valor de intercambio: tiempo y dinero. Dentro del tiempo hasta
podemos sumar voluntad.
Los nuevos
especialistas en desarrollo apuntan hacia un hecho que veníamos
notando desde principio de los 90, pero que se volvió una fuerza
global con la aparición de internet: la creatividad va dejando atrás
al conocimiento. El boom de las start up o empresas emergentes es
apenas un ejemplo. El boom de los técnicos de fútbol que obtienen
sorprendentes resultados tácticos mediante estrategias que están
muy por debajo en complejidad que las elaboradas por los ajedrecistas
profesionales. El boom de los videos virales que con un gesto
consiguen monetizar su contenido. El boom de los hits instantáneos.
Y siguen.
No abunda el
conocimiento en el nuevo campo de lo inmediato. Los grupos punks, a
mediados de los 70, tampoco parecían poseer demasiadas herramientas
musicales...y sin embargo. Sex Pistols realizó el proceso inverso.
Comenzó sin saber nada, tuvieron éxito, y terminaron ensayando
varias horas por día hacia el final de su corta carrera como grupo.
Reger insiste en que
debemos trabajar en una sociedad que ubique en un lugar distinto a la
creatividad. La cuestión es que la creatividad es la que, con tiempo
y saliva, se convierte en conocimiento. A veces incluso académico.
La creatividad no es tan hija del conocimiento como de la necesidad.
Somos más creativos con hambre. Con penas de amor. Heridos en
nuestros orgullos.
Recordaba a Osvaldo
Soriano que, cuando era un redactor a los saltos en el diario LaOpinión de Jacobo Timerman, escribió una de sus mejores crónicas:“El caso Robledo Puch”. Soriano Cuenta con pluma magistral las
andanzas del cruel asesino que todavía hoy clama por su libertad.
Iluminado por los elogios de toda su redacción, el periodista fue
promovido a una oficina con secretaria para sacarle plusvalía a su
creatividad en otros temas. Hundido en la comodidad de un sillón “El
Gordo” no pudo elaborar ninguna otra idea. Su vertiente solo
encontraba cause en los márgenes de cierto caos y libertad famélica
de bizcochos.
El concepto de Start
Up viene a competir con el concepto de creatividad artística. Hacer
dinero es socialmente más importante que hacer algo que, en
definitiva, apasiona. Hay un punto de confluencia entre ambas cosas:
hacer lo que nos apasiona es hacer dinero con lo que nos apasiona. Lo
que termina en un resultado de: hacer lo que hacemos por dinero.
Creo que fue Fito
Páez el que dijo alguna vez que todo lo que hacemos, lo hacemos para
conseguir chicas. La revolución del pensamiento contemporáneo
consiste en cómo hacer dinero para conseguir dinero.
Una vida bucólica
en lugares apartados del planeta es posible. Es posible también en
lugares no tan apartados ni tan bucólicos. Sin embargo, si están
lejos de todos los sistemas donde abundan los procesos abstractos de
obtener ganancias contables. Entonces se quedan solos y lejos.
Pequeños pueblos del primer mundo a los que nadie quiere ir.
Cuentan que el
empresario espacial Elon Musk, dueño de Tesla y SpaceX, tiene una
rutina tan vertiginosa que lo que lleva a dormir escasas horas y
tragar en lugar de comer. Su ideario nos resulta natural en un
empresario, pero qué tal en un psicoanalista. Jacques Lacan
aseguraba dormir en periodos de tres horas para aprovechar el tiempo.
El escritor Gabriel garcía Márquez recomendaba dormir hasta las 10
de la mañana porque hacía bien al cutis. Aristoteles Onassis
mantenía reuniones con sus ejecutivos en restaurantes y no
disfrutaba de las mañanas. El campeón del mundo de ajedrez, Magnus
Carlsen, duerme hasta el mediodía en contra de lo que le recomiendan
sus asesores (una vez se levantó a las 9 am para estudiar y se quedó
dormido durante una partida por el Campeonato del Mundo). Volviendo a
Soriano, solía vivir al revés.
Si no es por dinero,
porqué otra cosa haríamos semejantes esfuerzos.
“El misterio es
cómo el dinero termina siendo un fin en sí mismo, un imán sin
límite para el deseo humano”, escribe Appadurai.
Cómo es que
observamos la vida a través del cristal del dinero. El dinero da
forma al cuerpo, a la inteligencia, a las sensaciones.
La anécdota ha sido
probablemente deformada, pero explica el carácter de Francis Scott
Fitzgerald. Ernest Hemingway le dice a Scott Fitzgerald: “Los ricos
no son diferentes a nosotros”. A lo que el autor de “El último
magnate” responde: “Si, son más interesantes”.
Lo que no da la
naturaleza bien puede proveerlo el imán del dinero. Su metáfora
expansiva. Porque el dinero, a esta altura, nos explica y nos define.
¿Es el terror lo que determina a Stephen King (hoy anti Donald
Trump) o es el éxito y su facturación o la consistencia de sus
historias? Y si hablamos del éxito que imprime el dinero ¿Responde
Trump a la pregunta “Cómo hacerse ricos” en el libro de su
autoría del mismo nombre? (yo lo leí y no dice ni pío)
Sin importar lo que
subprime quiere decir -- (aunque refiere a préstamos ofrecidos a
conjuntos de personas que no están en condiciones de pagar y
califican para hipotecas con escasos requisitos)--, detrás de la
burbuja inmobiliaria crecía la avidez de dinero. Dinero y
reconocimiento. Una casa. Un fajo de billetes. Una cifra. Dinero e
intensidad. Vender una y otra vez los derivados de los derivados de
los derivado.
En el libro “Cáscarade nuez” de Ian McEwan, un bebé es el narrador de una historia
criminal que involucra a tres personas. Entre ellos a sus padres y al
amante de su propia madre. En la antesala del deseo hay un asunto
monetario. Una mujer harta de su marido se confabula con su amante
para matar a su esposo y vender la casa de él. 7 millones de algo.
Es mucho. Es suficiente para una nueva vida. ¿Y el bebé? Ah, claro.
En “Asalto de
mata”, Paul Auster describe cómo el azar se involucra de lleno en
la vida de un pobre escritor. Y que de no ser por la pura suerte, por
las más insólitas casualidades, no habría llegado nunca a llenar
su estómago y a escribir algunas de las mejores novelas de los
últimos 50 años. Se refiere a sí mismo.
En “Príncipes de
Maine, reyes de Nueva Inglaterra”, John Irving relata la historia
de un doctor que se debate entre el aborto y la adopción con igual
compromiso. Sus chicos habitan un mundo cruel que él trata de
alivianar con una personalidad firme pero al mismo tiempo dulce. El
doctor Wilbur Larch podría recibir sin problemas al hijo de Trudy,
la madre del bebé creado por McEwan.
Paul
Corrigan escribió
el libro “Shakespeare on Managemet: leadership lessons for todays”.
Quien ha leído mucho al autor de “Romeo y Julieta” podría
preguntarse si, en verdad, se pueden encontrar claves de negocios y
liderazgo en la biblia de la literatura en inglés.
Por
lo pronto, ¿quería
o no quería Shylock el dinero que había prestado a Antonio?. ¿Y a
Antonio lo movía el deseo de dinero o el deseo de ayudar a Bassanio?
A Bassanio a su vez lo empujaba la necesidad de efectivo para
conquistar a Porcia. Pero, en serio, ¿Qué quería Shylock? Si,
había algo superior al dinero. Una
reivindicación de clase que
vale tanto o más que un pedazo de carne.
¿Es
imaginable una sociedad en que el dinero ocupe un segundo lugar?
El
día en que Corrigan imaginó a Shakespeare como un catalizador del
mundo de los negocios, algo sucedió en el resto de lo que llamamos
cultura. Una
delicada pieza de pensamiento se quebró. Como cuando apareció el”
Zen Golf” o el “Zen y el Arte del Mantenimiento de la
Motocicleta”. Hay
un librito mucho menos famoso: “Mente Zen, Mente principiante”,que reúne las charlas de Shunryu Suzuki, el hombre que llevó el zen
a Estados Unidos.
¿Podríamos
encontrar claves de la riqueza en los
poemas de amor de Pablo
Neruda, por ejemplo? ¿Sería
Roberto Bolaño un emisor impensado del universo financiero? ¿Se
oculta detrás de “La
Universidad
Desconocida”
el secreto de la riqueza? Bolaño vivió con muy poco hasta poco
antes de morir. Prácticamente desahuciado encontró el éxito
internacional. Dividió su obra maestra
“2666” en cuatro libros para que su ex mujer y su hijo pudieran
asegurarse un futuro.
Por
respeto a su obra, finalmente, el libro salió a
la venta tal cómo
lo soñó su autor, en un solo tomo de más de 1000 páginas.