viernes, 18 de diciembre de 2015

Haciendo pesas con Shakespeare



Emperrado. He pasado la mayor parte de mi vida emperrado. Gruñéndole a los autos que pasan. A la sombra de mi sombra. A mi cola que día por medio desconozco. ¿Es mía esta cosa? Mis palabras saltan de la mesa al piso como migas de pan encantadas. Chet Faker al palo. Release Your Problems, deshiela el ambiente. Nadie atiende mis llamadas. Las gripes vienen con secretos. Los te amos se desgastan si no los perfumas con un pañuelo de princesa. Aun no tengo mi nuevo ticket al último rincón del mundo. Y ya no sé nada. Ya no tengo la menor idea de cualquier cosa. Las fotografías que he tomado no reflejan ni la mitad de mis defectos. No poseeo noticias. Perdido el dato que valía la pena contar no cuento un carajo. Un ser anónimo se lanza desde la cumbre de un cerro que todos conocen. No hay videos. Solo postales tomadas con su celular. ¿Murió? ¿Voló? No, no. Hum. Lástima. Sad guy. Así son las cosas. Los bellos locos me escriben desde Atacama y Canadá. Nos veremos. Un día. Yo extraño. Soy un niño. Extraño Londres, Berlín y mi calle en un puerto de Chile. Extraño el aroma de un libro que he perdido entre miles de libros que caminan junto a mi. Meto todo Shakespeare en una bolsa. Todo Pynchon en la otra. Hago pesas. 10. 20.30. Vamos vos podés. Cobarde.

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