domingo, 1 de junio de 2014

El hombre más alto de la tierra o casi


Ya ha quedado establecido que Kristian Matsson, “The Tallest Man on Earth”, no es el tipo más alto del planeta. Pero ese no es el punto. Desde hace unos pocos años que Matsson viene presentándose en los escenarios de Europa y Estados Unidos con el elocuente título nobiliario de “El hombre más Alto de la Tierra” sin que nadie parezca darle demasiada importancia al hecho de que no, no lo es en realidad. Es una más de sus mentiras blancas que no le hace mella a su gran talento como cantautor. O mejor llamarla metáfora de su carrera. Es que este espléndido cantante folk de habla inglesa, profundas raíces americanas y presencia escénica ruda, en la práctica, es suizo, aprendió inglés en la escuela, no tiene mucho que ver con la cultura cowboy y su contacto con el sonido yanqui le viene de su pasión por Bob Dylan. La comparación con la leyenda de la música estadounidense no es accesoria y en lo estilístico tampoco innecesaria. Puesto que si Matsson es suizo y, por lo tanto, no salió de un repollo cultivado en algún lugar de Whichita, su génesis debe encontrarse en la onmipresente figura de su ídolo.
La voz de Matsson tiene alguna deuda con Dylan pero su verdadero cuerpo teórico en materia interpretativa es el sonido folk de influencia netamente country tamizada por el jazz, el blues y vaya uno a saber qué más. Pasto, caballo, ríos, montañas pero allá en Suiza. Esto se presta a interesantes equívocos tratándose del “hombre más alto de la tierra”. Matsson no es un hijo pródigo de Nashville. Tal vez un primo lejano, un pariente olvidado en las frías tierras del norte. Aunque todo apunta a que el chico es lo que los budistas calificarían como una reencarnación.
Sin otro acompañamiento que su guitarra Matsson se prende fuego. Se inmola. Amparado en acordes que van de lo muy simple a lo raramente complejo ofrece una poesía contemplativa, inteligente y para nada depre. Su historia es la de tantos pero contada con altura. La altura que dice tener, por cierto. Los originales de su primer disco “Shallow Grave” son una leyenda urbana. El CD circuló de mano en mano después que Matsson decidió grabar en su casa un puñado de canciones. Le bastó media hora para volarle la peluca a miles de oyentes que andaban detrás de algo distinto, un “alguien” con sello propio. Luego vino “The Wild Hunt”y la rompió. En este disco exquisitamente rudo, Matsson muestra de qué madera está hecho. Canciones dulces, cortas,  de mucho punch, compuestas de letras luminosas, entonadas con una voz de metal herido que desgarran. “El amor es todo, eso es lo que he oído, pero mi amor aprendió a matar, oh mi amor aprendió a matar”, canta “El hombre” en una de las mejores canciones del disco “The love is all”. “The Wild Hunt” fue el disco que lo hizo acceder a una audiencia internacional que hasta ese momento no sabía nada de él. Como recompensa a tanta testarudez, la de seguir por un camino que se mostraba poco amable con los charts, Matsson terminó girando con el ascendente grupo norteamericano Bon Iver y apadrinado por su líder Justin Vernon. Otro indie que ha cautivado a un selecto pero cada vez más numeroso público.
El último trabajo del joven nórdico de piel folk es “There's No Leaving Now”. Con esta obra conceptual entre sus manos Matsson ha ido viajando por el mundo para decir aquí estoy, soy más bajo de lo que afirmaba, soy suizo y me gusta Dylan. Y qué. Matsson es conocido por sus actuaciones cargadas de energía donde hay lugar VIP para la música. “Si quieren escuchar manténganse en silencio, si quieren escuchar, bueno, escuchen”, le dijo a un bullicioso grupo de españoles que hace unos meses asistieron a un show suyo en Barcelona. El protocolo indica que el artista debería deleitarse en griterío gruppie pero no es el caso.
“Suena crudo, como un trovador desaliñado. En “The Wild Hunt” se mueve furtivamente en un amplio espectro de influencias musicales que van desde la pre guerra, pasando por los años 60 y el blues de Robert Johnson hasta Skip James. Por primera vez añade una balada de piano destartalado a sus melodías toscamente rasguedas”, lo definió la revista “Rolling Stone” que ya lo ha elegido como el artista de la semana en alguna oportunidad.
“The New York Times” también dijo lo suyo. “Sr. Matsson, que no es particularmente alto, no pretende ser primitivo. Sus melodías son robustas como las baladas de montaña, y se acompaña a sí mismo con una puntuación intrincada y con acordes rasgados con la suficiente precisión como para que suene con los tintes que busca su autor. Sus canciones, escritas en fluido inglés, componen un torrente de imágenes y paradojas que encuentran su propia coherencia. "Necesito la guía de los perdidos", canta”, dijo el crítico Jon Pareles del  prestigioso diario haciendo alusión a una de sus presentaciones en la Gran Manzana.
El “hombre más alto del planeta” está por estos días grabando en su estudio ubicado en Dalarna, Suiza, su refugio cuando no gira. Su silencio es una adición. La señal luminosa que observamos en el horizonte.  Un día u otro bajará de las alturas para sorprendernos.

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