miércoles, 9 de septiembre de 2015

Julio Rajneri deja la dirección del diario "Río Negro"



Cuenta la leyenda que en 1967, el joven abogado Julio Rajneri apareció con la chequera en la mano para destrabar un duro conflicto gremial al interior del diario “Río Negro”. Los trabajadores de fotomecánica -en esa época era una función clave en el proceso editorial aunque hoy los periodistas digitales no tienen la menor idea de que algo así haya existido- estaban jugando al fútbol en una canchita cercana a la redacción, mientras esperaban a que alguien de “la familia” les prometiera unos pesos para parar la olla. El que llegó fue Rajneri. Firmó compromisos, dio palmadas, estrechó manos y el diario salió a la calle. Luego se paró frente al directorio y les disparó una frase para los libros que nunca se escribieron: “¡Ahora, yo!”. Y fue “Yo” con mayúsculas durante 50 años. En el medio incursionó en la política como funcionario de Raúl Alfonsín. Fue su ministro de Educación. Pero las encuestas en la provincia siempre le dieron mal. Jamás hubiera podido ser gobernador de Río Negro o intendente de General Roca. Fue, creo, el primero y el último proto hombre que tuvo el diario fundado por su padre Fernando Rajneri en 1912. Acaba de dejar oficialmente la dirección del matutino -cosa que en la práctica ocurrió hace tiempo ya para dedicarle tiempo a su zoo particular “Bubalcó”- y mientras escribo estas líneas siento que, en verdad, estoy armando su obituario. Es que sí, es su obituario como periodista. Rajneri es un hombre excepcionalmente culto. Sofisticado. Amable cuando lo quiere. Le gusta que lo escuchen pero también escuchar. Un truco de los viejos periodistas. Mira a los ojos. Sabe de cine. Literatura. Política. Ama el Alto Valle. Ama comer faisán. Es millonario. Todo este abanico de preferencias confluía en el Río Negro. Sus aspiraciones de ciudadano de mundo influyeron en parte sobre el contenido del diario de las provincias de Río Negro y Neuquén. A Rajneri le gustaba comenzar el diario papel por Internacionales y no por el “Tema del día”. La parecía más elegante. Apadrinaba los editoriales de James Neilson, un intelectual tan a la derecha de cualquier pensamiento democrático. En una mesa de café, Neilson, me confesó algun vez que temía por su continuidad si Rajneri se salía del negocio. Justo que él que es el “pensamiento” del diario y escribe unas 100 notas por mes para la página de Opinión.
Aparecía en la redacción impecablemente vestido. Bronceado (casa en Miami, casa en Buenos Aires, casa en Patagonia). Sonriente. Saludaba con afecto a los rostros que identificaba desde hacía décadas y mataba con la indiferencia a los “nuevos” profesionales que iban llegando a cuenta gotas a su redacción. Le gustaba alardear diciendo que su diario era de lo mejor del país. Tal vez olvidándose de la potencia de otros diarios provinciales como “La voz” de Córdoba, “Los Andes” de Mendoza y “La Capital” de Rosario. El quería sentir que un poco de su admirada Europa se había trasladado al Alto Valle. Y cómo le gustaba, le gusta, perdón, Portland, Oregon. Hace unos años -5, diría- le confesó a uno de sus laderos que veía llegar -en apenas 10- el final de su diario, el cambio de paradigma total y que él, probablemente estaría lejos para cuando todo el vendaval se desatara. No muerto, lejos. No era que no entendiera la web. Era sólo que le resultaba demasiado. Ya había reinado sobre todas las otras plataformas. Curiosamente la empresa -la suya- que dominó el papel, después el cable, abandonó el negocio de internet a fines de los 90 porque no le daba demasiados resultados la venta de abonos. No la vieron. Rajneri autorizó la compra de una carísima biblioteca Espasa Calpe -11 mil dólares de los años 90- que hoy ocuparía la fibra de un microchip. Pero la intensión es la que lo pinta de cuerpo entero al mandamás. Hoy sus periodistas poco y nada suben al tercer piso donde se encuentra esta pared de libros. Para eso está Wikipedia. Más rápido aunque menos “british” en su esfuerzo. Rajneri contrató, a mediados de los 90, al destacado periodista de economía Rubén Chorny para que revitalizara el diario ante el avance de “La Mañana” de Neuquén, por entonces de Julio Ramos. Y el rediseño de Chorny -rechazado y chicaneado por la plana de gerentes adictos al director y a sus propias tradiciones mecánicas- le dio otros diez años de buena vida al diario patagónico. Después Chorny partió. Y Rajneri comenzó a alejarse gradualmente de sus obligaciones para mantener conversaciones silenciosas con sus animales traídos de todo el mundo. Sus visitas a la redacción se volvieron raras. Mandaba saludos desde su imponente chacra en Guerrico donde cultiva uvas premium y faisanes (su exquisita biblioteca tiene decenas de libros de cómo cocinarlos). Internet hizo su parte. El maravilloso monstruo digital comenzó a devorarse sin permiso al diario papel. Cayeron las ventas de 35 mil a ¿19 mil?. Recuerdo cuando con Carlos Torrengo visitábamos, al principio de la madrugada, la enorme rotativa que escupía ejemplares como pizzas. Nos dejábamos inundar por el aroma y la música del mecanismo al pie de la imprenta. La mayoría de las veces bastante borrachos. “Hijo mío, algún día todo esto será tuyo y será una pizzería”, le decía yo en broma a Torrengo intuyendo el final de una era.
Alguna vez el escritor y periodista Raúl Argemí, relató un ocaso posible para el “Doc” en su libro “El gordo, el francés y el ratón Pérez”. Allí, el magnate transfigurado, que no era otro que Rajneri, terminaba almorzado por uno de sus tigres blancos. Los tigres blancos que hacen delirar al ex director. La realidad fue mucho menos burda. Hace unos años el que intentó comerse a Rajneri fue su mascota, un carpincho, que le hirió una pierna y estuvo cerca de abrirle el cuello. No hubiera sido un final digno de un hombre ilustre. Pero aquello es ficción y realidad a medias. Julio Rajneri se ha ido de la redacción. Con él se va una historia. Rica, inmensa, pero historia al fin. En su discurso de los 100 años del diario, Rajneri, frente a casi 1000 personas levantó su copa y dijo que no quería olvidarse de las familias que trabajaron codo a codo con él y su padre para hacer del diario un buen diario. Y a ellos, millonarios. Muchos han partido en cuerpo y en alma. El rey también deja su trono. Lo que queda a sus espaldas es una incógnita.

2 comentarios:

  1. Linda nota, dinámica, divertida, pero deja un gustito a resentimiento mencionar tantas veces que el hombre es millonario.

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