lunes, 19 de junio de 2017

El fin del conocimiento o la supremacía del dinero


¿Creatividad o conocimiento? Creatividad.
Durante siglos, tal vez unos 800 años, si pensamos en la Edad Media y el compromiso de los escribas por resguardar el pensamiento de la Grecia Clásica en la oscuridad de los claustros, la civilización ha vivido atada a la idea de que el saber es la simiente del progreso. El pensamiento posterior sería que el conocimiento es el verdadero tonificante de la creatividad. 


Podríamos afirmar que sin lectura no hay escritura. O hay cierto tipo de escritura, pero ya no más que sin conocimiento no hay creatividad. En su libro “Una temporada con Lacan” el francés Pierre Rey escribió algo como: “La cultura es la memoria de la inteligencia de los otros”. O los demás. Visto así la cultura es un bien adquirido que tiene su valor de intercambio: tiempo y dinero. Dentro del tiempo hasta podemos sumar voluntad.
Los nuevos especialistas en desarrollo apuntan hacia un hecho que veníamos notando desde principio de los 90, pero que se volvió una fuerza global con la aparición de internet: la creatividad va dejando atrás al conocimiento. El boom de las start up o empresas emergentes es apenas un ejemplo. El boom de los técnicos de fútbol que obtienen sorprendentes resultados tácticos mediante estrategias que están muy por debajo en complejidad que las elaboradas por los ajedrecistas profesionales. El boom de los videos virales que con un gesto consiguen monetizar su contenido. El boom de los hits instantáneos. Y siguen.
No abunda el conocimiento en el nuevo campo de lo inmediato. Los grupos punks, a mediados de los 70, tampoco parecían poseer demasiadas herramientas musicales...y sin embargo. Sex Pistols realizó el proceso inverso. Comenzó sin saber nada, tuvieron éxito, y terminaron ensayando varias horas por día hacia el final de su corta carrera como grupo. 


Reger insiste en que debemos trabajar en una sociedad que ubique en un lugar distinto a la creatividad. La cuestión es que la creatividad es la que, con tiempo y saliva, se convierte en conocimiento. A veces incluso académico. La creatividad no es tan hija del conocimiento como de la necesidad. Somos más creativos con hambre. Con penas de amor. Heridos en nuestros orgullos.
Recordaba a Osvaldo Soriano que, cuando era un redactor a los saltos en el diario LaOpinión de Jacobo Timerman, escribió una de sus mejores crónicas:“El caso Robledo Puch”. Soriano Cuenta con pluma magistral las andanzas del cruel asesino que todavía hoy clama por su libertad. Iluminado por los elogios de toda su redacción, el periodista fue promovido a una oficina con secretaria para sacarle plusvalía a su creatividad en otros temas. Hundido en la comodidad de un sillón “El Gordo” no pudo elaborar ninguna otra idea. Su vertiente solo encontraba cause en los márgenes de cierto caos y libertad famélica de bizcochos.
El concepto de Start Up viene a competir con el concepto de creatividad artística. Hacer dinero es socialmente más importante que hacer algo que, en definitiva, apasiona. Hay un punto de confluencia entre ambas cosas: hacer lo que nos apasiona es hacer dinero con lo que nos apasiona. Lo que termina en un resultado de: hacer lo que hacemos por dinero.


En su libro “Hacernegocios con palabras”, el pensador Arjun Appadurai, reflexiona de cómo es que llegamos a esta situación. Cómo es que el dinero se transformó en un objeto de deseo en sí mismo, superior aun al hecho de tenerlo para obtener otras cosas.
Creo que fue Fito Páez el que dijo alguna vez que todo lo que hacemos, lo hacemos para conseguir chicas. La revolución del pensamiento contemporáneo consiste en cómo hacer dinero para conseguir dinero.
Una vida bucólica en lugares apartados del planeta es posible. Es posible también en lugares no tan apartados ni tan bucólicos. Sin embargo, si están lejos de todos los sistemas donde abundan los procesos abstractos de obtener ganancias contables. Entonces se quedan solos y lejos. Pequeños pueblos del primer mundo a los que nadie quiere ir.
Cuentan que el empresario espacial Elon Musk, dueño de Tesla y SpaceX, tiene una rutina tan vertiginosa que lo que lleva a dormir escasas horas y tragar en lugar de comer. Su ideario nos resulta natural en un empresario, pero qué tal en un psicoanalista. Jacques Lacan aseguraba dormir en periodos de tres horas para aprovechar el tiempo. El escritor Gabriel garcía Márquez recomendaba dormir hasta las 10 de la mañana porque hacía bien al cutis. Aristoteles Onassis mantenía reuniones con sus ejecutivos en restaurantes y no disfrutaba de las mañanas. El campeón del mundo de ajedrez, Magnus Carlsen, duerme hasta el mediodía en contra de lo que le recomiendan sus asesores (una vez se levantó a las 9 am para estudiar y se quedó dormido durante una partida por el Campeonato del Mundo). Volviendo a Soriano, solía vivir al revés.
Si no es por dinero, porqué otra cosa haríamos semejantes esfuerzos.
“El misterio es cómo el dinero termina siendo un fin en sí mismo, un imán sin límite para el deseo humano”, escribe Appadurai.
Cómo es que observamos la vida a través del cristal del dinero. El dinero da forma al cuerpo, a la inteligencia, a las sensaciones. 


La anécdota ha sido probablemente deformada, pero explica el carácter de Francis Scott Fitzgerald. Ernest Hemingway le dice a Scott Fitzgerald: “Los ricos no son diferentes a nosotros”. A lo que el autor de “El último magnate” responde: “Si, son más interesantes”.
Lo que no da la naturaleza bien puede proveerlo el imán del dinero. Su metáfora expansiva. Porque el dinero, a esta altura, nos explica y nos define. ¿Es el terror lo que determina a Stephen King (hoy anti Donald Trump) o es el éxito y su facturación o la consistencia de sus historias? Y si hablamos del éxito que imprime el dinero ¿Responde Trump a la pregunta “Cómo hacerse ricos” en el libro de su autoría del mismo nombre? (yo lo leí y no dice ni pío)
Appadurai aseguraque en la crisis de las hipotecas subprime hay un conflictolingüístico. Nada menos. Algo debe decirse al respecto, las fórmulas que sintetizan los artefactos financieros llamados “derivados”, puede ser tan oscuras que nadie o casi nadie es capaz de traducirlos a un idioma. Cualquier sea este.
Sin importar lo que subprime quiere decir -- (aunque refiere a préstamos ofrecidos a conjuntos de personas que no están en condiciones de pagar y califican para hipotecas con escasos requisitos)--, detrás de la burbuja inmobiliaria crecía la avidez de dinero. Dinero y reconocimiento. Una casa. Un fajo de billetes. Una cifra. Dinero e intensidad. Vender una y otra vez los derivados de los derivados de los derivado.



En el libro “Cáscarade nuez” de Ian McEwan, un bebé es el narrador de una historia criminal que involucra a tres personas. Entre ellos a sus padres y al amante de su propia madre. En la antesala del deseo hay un asunto monetario. Una mujer harta de su marido se confabula con su amante para matar a su esposo y vender la casa de él. 7 millones de algo. Es mucho. Es suficiente para una nueva vida. ¿Y el bebé? Ah, claro.
En “Asalto de mata”, Paul Auster describe cómo el azar se involucra de lleno en la vida de un pobre escritor. Y que de no ser por la pura suerte, por las más insólitas casualidades, no habría llegado nunca a llenar su estómago y a escribir algunas de las mejores novelas de los últimos 50 años. Se refiere a sí mismo. 


Dicen que Sean Parker, el socio creador de Napster, Facebook y Spotify, no tiene mayor interés en el dinero. En una de las últimas entrevistas quele hicieron, la revista Vanity Fair, muestra al genio digital en un departamento alquilado en pleno de desorden. Su capital: ¿1000 millones de dólares? Un momento. ¿Entonces, cómo es que llegó allí?
En “Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra”, John Irving relata la historia de un doctor que se debate entre el aborto y la adopción con igual compromiso. Sus chicos habitan un mundo cruel que él trata de alivianar con una personalidad firme pero al mismo tiempo dulce. El doctor Wilbur Larch podría recibir sin problemas al hijo de Trudy, la madre del bebé creado por McEwan.
Paul Corrigan escribió el libro “Shakespeare on Managemet: leadership lessons for todays”. Quien ha leído mucho al autor de “Romeo y Julieta” podría preguntarse si, en verdad, se pueden encontrar claves de negocios y liderazgo en la biblia de la literatura en inglés.
Por lo pronto, ¿quería o no quería Shylock el dinero que había prestado a Antonio?. ¿Y a Antonio lo movía el deseo de dinero o el deseo de ayudar a Bassanio? A Bassanio a su vez lo empujaba la necesidad de efectivo para conquistar a Porcia. Pero, en serio, ¿Qué quería Shylock? Si, había algo superior al dinero. Una reivindicación de clase que vale tanto o más que un pedazo de carne.
¿Es imaginable una sociedad en que el dinero ocupe un segundo lugar?
El día en que Corrigan imaginó a Shakespeare como un catalizador del mundo de los negocios, algo sucedió en el resto de lo que llamamos cultura. Una delicada pieza de pensamiento se quebró. Como cuando apareció el” Zen Golf” o el “Zen y el Arte del Mantenimiento de la Motocicleta”. Hay un librito mucho menos famoso: “Mente Zen, Mente principiante”,que reúne las charlas de Shunryu Suzuki, el hombre que llevó el zen a Estados Unidos.
¿Podríamos encontrar claves de la riqueza en los poemas de amor de Pablo Neruda, por ejemplo? ¿Sería Roberto Bolaño un emisor impensado del universo financiero? ¿Se oculta detrás de “La Universidad Desconocida” el secreto de la riqueza? Bolaño vivió con muy poco hasta poco antes de morir. Prácticamente desahuciado encontró el éxito internacional. Dividió su obra maestra “2666” en cuatro libros para que su ex mujer y su hijo pudieran asegurarse un futuro.
Por respeto a su obra, finalmente, el libro salió a la venta tal cómo lo soñó su autor, en un solo tomo de más de 1000 páginas.

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