jueves, 6 de julio de 2017

Las botas Florentino

Florentino Huilcapan tiene puestas unas relucientes botas militares. Brillan como diamantes negros en medio de la nieve que cubre a Mamuel Choique. Apenas 60 familias viven en esta localidad que lleva el nombre de una planta de la estepa patagónica. Mamuel Choique. 
Se lo hacemos notar. Lindas botas. Y Florentino balancea sus zapatotes de adentro hacia afuera como un niño. Es un hombre grueso. Morocho. Fuerte. Las botas le van bien. Es administrativo de la Comisión de Fomento del pueblo. Los periodistas lo agarran justo cuando está por terminar unas cuentas e irse a almorzar. Pero no se preocupen. No lo corre el tiempo. En casa no lo esperan ni mujer ni hijos. No tuvo ninguno de los dos. Vive solo. 
Las botas. Hace 5 años que las tenía guardadas en una caja. Las pago 100 pesos a uno que pasó por ahí. Las tempestades que este año atacaron la Región Sur de Río Negro, le dieron la oportunidad perfecta para sacarlas de donde las había escondido. Tenían un poco de polvo, explica. Por lo demás lucen nuevas. Las compró, entonces, en 2011. O antes, quizás. Un gaucho las vio y quedó enamorado de las botas. Se las quiso canjear por una chiva vieja. Si, dice, una chiva vieja. Vieja la chiva, no más. 
 Ahora, sin chiva pero con sus botas recorre las pocas cuadras que distancian la Comisión de Fomento de su hogar. Hay que arreglarse, cuenta. Esto es la administración. Llevar los números. Atender a la gente. Llevar y traer papeles. Sumar y restar sobre los escasos gastos que permite el presupuesto de la Comisión de Mamuel Choique. Antes se ocupaba en el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas, pero desde que cambió el gobierno, ya nadie le contesta el teléfono. Primero nos dijeron si, que sí, que sí, que vamos a hacer esto, que estamos llegando, lo otro. Llamábamos y siempre lo mismo. Ahora en el INAI ni contestan. No hay quien responda. No es una metáfora. No responden, indica. No, no responden.
Sacar a florear sus botas es lo mejor del crudo invierno. Por estos lados, no pasan cosas buenas. Tampoco tan malas. Estamos solos. Todo queda recontralejos. Viedma, la capital de la provincia. Bariloche, la capital turística. 700 kilómetros pa un lao. 200 pal otro. Todo, lejos. Tan solos. 
La ruta 6 que comunica el pueblo con el resto del mundo se la pasa cortada este invierno. Acá no pasa nada. Ni bueno ni tan malo. Camiones, se quedan tirados en la ruta. Camionetas, tiradas. El tren podría pasar y no pasa. Cuando en el 93 se terminó el tren, dejó de importar Mamuel Choique. 60 familias resistieron. El resto se fue. Se quedaron porque acá está su casa. Porque algo hay. Porque tienen sus chivas, sus ovejas, dice. Porque acá es tranquilo. Pero es feo saber que el tren no pasará. Y los políticos repiten y repiten el cantito. Ellos harán volver el tren. Con el tren volverá el progreso. Sin el tren no importa. El camino es malo. Allá andan caballos. Pero montao, cuánto podría uno tardar en llegar al mar. 
El último jefe de estación de Mamuel Choique vive en la estación. Es su casa. No hay tren. No hay estación. Pero hay jefe. Sobre las vías, los fierros cuentan historias. La historia del óxido. Otro país. El mismo. 
Chiva vieja no ma. Vieja la chiva.

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