miércoles, 19 de agosto de 2015

Esperando al cabo Savino



El cabo Savino de Carlos “Chingolo” Casalla, es considerada una historieta récord en el universo de los cómics. Su argumento lleva décadas de progresión en los más diversos medios nacionales. El último de ellos el “Río Negro” donde largó en los 90. Pero el cabo dejó de aparecer en este medio hace unos meses. Es una incógnita si volverá a encontrar un nuevo espacio dónde serán relatadas sus historias campestres no exentas de acción al estilo del Lejano Oeste. En el Alto Valle de Río Negro y Neuquén, muchas personas lo seguían a diario. Se preocupaban por su estado de salud. Por sus amores. Por sus próximos destinos. Hoy Chingolo está trabajando en una versión historieta del Martín Fierro. También le dedica tiempo a su obra pictórica, al teatro, a la producción de documentales y sigue al frente de su grupo de jazz. Todo esto a los casi 80 años. “No pasa el tiempo para vos, no te deterioras, no sufres las consecuencias de los años”, le digo con más o menos sana envidia. Porque está igual que cuando lo conocí hace unos 20 años. En una noche compartida por gente, en verdad, especial, Chingolo recuerda de cuando tocaba en un café de Buenos Aires y llegaban el Mono Gatica y Astor Piazzolla a hacer su juego. Uno molestaba a los clientes, el otro le seguía el rastro a una señora comprometida. Un rato antes me ha contado que Mirtha Legrand y él eran parte de un banda que chicos que jugaba allá por San Isidro. A la pequeña señora le gustaba el juego de ser perseguida y jamás alcanzada por el Chingolo. Niños. ¿Y dónde está el cabo?, le pregunto un poco tenso por la suerte de este personaje que indefectiblemente me hace pensar en mi abuelo, espíritu libre y salvaje. “Y anda mal, anda mal porque no terminó”, me explica. Chingolo quería darle un cierre al capítulo de la serie que seguirá y seguirá porque Casalla no ha dejado ni dejará de trabajar en su criatura más famosa. Escucho a Chingolo como a la voz imperdible que es. La voz del tiempo, del talento, de la exquisita sabiduría de los que entienden cómo existir. Relata y hace percusión con una cuchara. Canta, recita, invoca. Se ríe a carcajadas como mi versión teatral de un poema de Nicanor Parra. Bebe del malbec que Carlota Von Gebhardt, su esposa, escritora y conductora de televisión ella misma, ha traído a la mesa. Roble. Delicado. Preciso. Se levanta y pone un hermoso disco de su sobrino Javier Casalla. Viajamos en la máquina de Dios 70 años atrás. Pasan las horas entre amigos, está Carlota, el Chino Leiva, brillante fotógrafo, y Luis Bravo, entrañable personaje que creó “El Clandestino”, un mítico bar de Bariloche. Me cuenta que tiene más de 6 mil vinilos y me hace escuchar, después de Casalla, a Ray Charles. Acá estamos cabo Savino, esperando por ti alrededor de la mesa.

La increíble historia de Carlos Casalla, el historietista que es récord mundial


 Cabo Savino, la guerra al malón

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