jueves, 27 de agosto de 2015

La distancia era la forma

Siempre vivimos lejos. El pueblo estaba a dos horas de colectivo, a 7 horas a caballo, a no sé cuantos días a pie. Nuestro rancho, un rejunte de chapas ubicado a miles de kilómetros de ninguna parte. No cultivábamos nada. Eramos como los antiguos habitantes, cazadores, felinos hambrientos. Andábamos a caballo. Armados. Rifle. Cuchillo. No teniamos leyes. Al fondo, como pintadas por una mano mágica, las montañas. Grises, azules, nevadas, verdes. Existir era una cuestión de suerte y perseverancia. Había un gaucho al que le decían cinco vueltas porque podía dar cinco vueltas orinando parado completamente borracho arriba de su caballo. Escuchábamos la radio Nacional de argentina. Eramos unos fronteras. El resto del mundo tenía la forma de la distancia. Nos curtimos en el frío bajo cero. En el aroma a tierra mojada, a ovejas y sudor caballuno. Ser no era un lecho de rosas. Ser era andar el sur. Cruzar la tierra salvaje masticando una hebra de pasto.

 

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